La muerte de la noticia
Por Patricia Fortino
Tomado de www.megafon.com.ar
Aunque parezca un titular importante, estamos refiriéndonos a la falta de noticia, la ausencia de información sobre los temas que no son de interés para los medios, razón más que suficiente para que no le importe a nadie.
Para poder tener una aproximación a los hechos, los argentinos, y particularmente los porteños que queremos saber qué pasa, hemos adquirido el hábito de leer diariamente de cuatro a cinco diarios locales, algunos medios regionales, miramos varios noticieros de televisión, escuchamos algún programa periodístico por radio y además hojeamos un par de revistas por semana. En este ritmo acelerado solo podemos entrar algunos privilegiados; aquellos que tenemos acceso a Internet y que además disponemos del tiempo para poder dedicar a esta tarea. Los más, la mayoría, cae en las garras del monopolio informativo y solo recibe aquello que los manipuladores de la noticia consideran necesario difundir.
Hasta acá estamos en el libre juego de la elección política de leer uno u otro medio, con las consecuencias medidas o inconscientes que esa información provoca en nuestro pensamiento y en la formación del pensamiento crítico de una sociedad.
Si la noticia es lo suficientemente importante como para no poder ocultarla detrás de otra menos llamativa pero “políticamente correcta” para los dueños de la palabra, entonces y con las herramientas que la lengua nos provee, nos la contarán con el suficiente maquillaje para que el “mensaje” llegue hasta nuestros cerebros en los tiempos y las formas que convengan al contador de turno.
Hasta acá la libertad de prensa, tan defendida por los patrones de la prensa argentina, está tan intacta que en Francia y EEUU (para citar solo algunos de los países que regulan su radiodifusión) deben envidiarnos a la distancia. Entre otras limitaciones en EEUU se prohíbe la fusión de las cadenas principales de TV: FOX, CBS, NBC Y ABC. En Francia una misma persona no puede controlar un diario si el total de su difusión excede el 30% del territorio nacional.
Si somos tan libres de elegir ¿por qué sentimos que somos cautivos de los grandes medios? La libertad pregonada no me da la posibilidad de elegir. Parece un juego de palabras pero no lo es. Si quiero ver los goles de los partidos del campeonato de fútbol local debo caer en las redes del monopolio.
La “sensación” que dan las noticias es el termómetro que mide la agenda de la política.
Si una estación de servicio es asaltada treinta y tres veces ¿cuál es la noticia? Ninguna, casi es un hábito de los delincuentes pasar por allí y llevarse puesta la caja. Pero sí es noticia para quienes quieren difundir un clima de terror en el pueblo. Un pueblo con miedo es muy frágil, muy vulnerable, muy débil. Si una estación de servicio es asaltada treinta y tres veces allí el problema no es de inseguridad. Desde la tercera vez, debiera haber un patrullero rondando la zona para garantizar la vigilancia que el lugar evidentemente requiere. Pero los dueños de la opinión hoy, tienen puestos sus intereses en la continuidad de los entornos que les dan dividendos. Si creamos clima, fomentamos temores, fogoneamos al Jet Set para que nos den sus calificadas opiniones sobre la pena de muerte, entrevistamos sin escrúpulos a una dolorida tía en el velorio de su sobrino asesinado en un cruce de balas perdidas, ¿cuál es la noticia? Sin ningún lugar a dudas la noticia es la “inseguridad imperante”.
La libertad de elegir debiera poder brindarme a la par, la diversidad de opinión. Los canales de televisión están en debate abierto sobre la rigurosidad en la condena a los delincuentes, y así fue que ayer transmitieron “cuasi” en Cadena Nacional una débil marcha organizada por organizaciones no gubernamentales, con la asistencia de poco más o menos el 10% de lo anunciado mientras se promovía la movida. Allí, donde no se permitía la asistencia de grupos identificados con banderías políticas, sobre el escenario y como únicos oradores se hicieron del micrófono representantes de las religiones católica, judía y musulmana. En esas alocuciones donde se pretendía, según los mismos organizadores del acto, tener una palabra de calidad espiritual para una audiencia dolida por las consecuencias del delito, tuvimos ocasión de escuchar discursos con alto contenido político. “No podemos convivir en paz si hay una situación donde se confunde el orden con represión y justicia con venganza” dijo el Rabino Bergman, y (no sé cómo decir esto sin que se me venga la comunidad judía entera a pegarme) ¿quién es (decidí no poner quién carajo es) el rabino para creer que el pueblo confunde?.
Tanto él como su par de la Iglesia Católica pidiendo mayor rigurosidad (Marcó habló de la Pena de Muerte que debieran instrumentar los jueces) hablaron en un tono de agresión que no concordaba con la seguridad tan pedida.
Los que confunden son los comunicadores porque, volviendo a nuestro tema, un acto menor, con poco poder de convocatoria, donde hubo entredichos entre los organizadores, donde el ex ingeniero Blumberg estaba camuflado entre los presentes (quién supiera ser líder de este tipo de reclamo) donde no se elaboró ni un documento ni un Proyecto de Ley, no era una noticia para movilizar todos los móviles de los medios ni ser tapa de La Nación y Clarín de hoy a la mañana.
La democracia tiene aún muchas deudas. El Proyecto de ley "SERVICIOS DE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL” es una de esas deudas a salvar. Tal vez se vengan tiempos muy difíciles con tapas de diarios tremendistas, ofensivas o instigadoras. Tal vez lo peor aún no lo vimos publicado, pero vale la pena la batalla. Una batalla que debemos darla en todos los frentes, para crear conciencia de la importancia que tiene en la libertad de nuestros pensamientos y en la elección de nuestros criterios. Debemos ponernos a la altura de los debates, dentro del Congreso y fuera de él, comencemos desde ahora. Salvemos a la noticia de su muerte anunciada. Tendremos que estar muy atentos porque los poderosos, esos que hoy manejan los medios, es probable que maniobren o demoren el tratamiento de esta reforma. Sun Tzu (siglo VI a.c., experto militar chino) decía: “dado que lo único valioso en la guerra es la victoria, no prolonguéis las operaciones”.
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