La crisis del Banco Central debe dejar enseñanzas. Un aprendizaje que nos permita poder analizar en profundidad los intereses económicos, los roles de aquellos que los representan, el juego de las instituciones que expresan los comportamientos de la sociedad.
Lo de Martín Redrado no es alguien que hoy asume una “actitud personalista” o un acto de rebeldía frente a un decreto presidencial. Todos supimos siempre su historia política y su pensamiento. En esto ha sido coherente, ¿o acaso vamos a abonar la teoría de un “liberal que se estaba portando bien”?
Hay que observar el contexto institucional y a los diferentes sectores económicos. No sólo los del establichment, sino a los que manifiestan una visión mas nacional, mas popular. Los silencios, a veces, hablan.
El gobierno con el Fondo del Bicentenario realizó una jugada de alta política para cualquier economista ortodoxo, aquellos que siempre reclamaron previsibilidad, honrar los compromisos, ser serios, como si estos conceptos no tuvieran una cobertura ideológica o política de base.
El Ejecutivo nacional dio garantías con la medida y eso se reflejó en el comportamiento de los mercados; pero no todo el poder económico se explicita allí o se comporta coherentemente con lo que sus gerentes suelen exigir en cada simposio que realizan.
De la mano de los dirigentes políticos que los expresan, profundizaron el escenario judicial como estrategia; sin evaluar, quizás, que pueden intentar “llevarse puesto al gobierno”, pero el antecedente es de una magnitud inimaginable: cualquier gestión futura, cualquier resolución del Parlamento terminará en jueces y/o Cámaras de Apelación mas o menos amigas.
Pues hay un sector económico que tomó hace rato la decisión de boicotear los avances, logros y medidas que adopte el gobierno de Cristina Kirchner. Todas las acciones que signifiquen cambiar el status quo, las relaciones de fuerzas, o fijar límites al poder concentrado. Aquí está el problema de fondo.
Cuando se discute la distribución de la riqueza o la profundización de un proyecto, las instituciones –cualquiera sea el tipo- y los hombres definen posturas y posiciones, no quedan al margen.
Algunos dirigentes señalaron con claridad que lo del Banco Central es planteado por legisladores de la oposición como si hubiese cuatro poderes y no tres en el Estado. La disquisición es importante porque explicita la discusión, no sólo de la autonomía de la entidad bancaria, sino en como imaginar una política financiera autárquica de la económica.
Todo parece descabellado: declaraciones, comportamientos, escenarios y procedimientos, pero en realidad obedecen a una lógica y una representación dialéctica de los sectores económicos y políticos que hoy plantean que el kirchnerismo está agotado, pero la propuesta en su gran mayoría –por acción u omisión – es volver a la concepción y al modelo de los años 90.
Tarde o temprano, y esta coyuntura lo ratifica claramente, no puede coexistir una gestión que –con sus limitaciones incluidas- proponga, por ejemplo, la asignación universal por hijo, la ley de servicios de comunicación audiovisual o la estatización de los fondos de las AFJP, con funcionarios que adscriben y sostienen el liberalismo a ultranza.
Dicha contradicción que es principal y no secundaria, deberá resolverse de una manera u otra. Eso lo ha enseñado dolorosamente nuestra historia, en particular, desde el 55 en adelante.
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