Groserías
Por Eduardo Aliverti
“Si quieren tomar decisiones, que armen un partido”, fue la frase de la semana. No porque la haya dicho la Presidenta, y ni siquiera porque se esté a favor de lo que dijo. Más aún: se puede estar decididamente en contra, y la potencia de lo dicho no cambia en nada. El fondo es la respuesta que conlleva la frase.
Pocas veces se ha visto una operación tan descarada como la que encabezan los grupos Clarín y Techint en las últimas semanas, a raíz de la participación de directores estatales en las empresas donde la Anses tiene injerencia. La novedad está dada solamente por el adjetivo. Según se sabe o encuentra en cualquiera de las ampliaciones semánticas que definen al término, los lobbies no tienen por costumbre participar en política de manera dirigencial explícita y, en tanto ello, no suelen formar su propio partido. Pero sí buscan la complicidad de algún grupo político que pueda terminar aceptando o defendiendo sus objetivos. Los lobbies a que estamos habituados son groseros en su forma de presionar, por cierto. La cúpula de la Iglesia Católica se ubica tal vez en lo más alto del podio, con sus arremetidas soeces al emerger la legalización del aborto, o antes el matrimonio homosexual, o siempre los subsidios a sus instituciones educativas, o el divorcio allá en lo que hoy parece el fondo de los tiempos. A veces con igual intensidad, otras con menos, activan las tropas empresariales, gremiales, ecologistas. Sin embargo, se trata de lobbies desnudos porque no tienen la aspiración de ocultarse. Podría decirse lo mismo de Clarín siendo que, desde que las aguas se partieron y es dable hablar abiertamente de la actividad periodística como inmersa en la lucha de poder, es obvia la operatoria del Grupo en la manipulación de la información. Pues no. No puede decirse lo mismo, porque conserva la formalidad de proclamarse “periodismo independiente”. Porque el ejército de Techint, su socio en la cabeza de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), es presentado como una patrulla ajena a sus intereses. Porque toda referencia noticiosa queda remitida a su guerra contra el Gobierno. Porque lo cortés no quita lo valiente. Desde ya, esta variable ética puede aplicarse a los medios oficialistas. Con una diferencia no menor: esos medios que adscriben al Gobierno no disimulan su inclinación y, en todo caso, puede acusárselos de esconder, antes que de inventar. La prensa opositora, en cambio, se pretende actuando en una burbuja aséptica, reniega de su carácter de contrincante y es susceptible de ser señalada por la contraria: en primer lugar, inventa.Como ya fue apuntado desde variadas vertientes, no sólo oficiales, hay una cómica paradoja: los grupos –y dirigentes políticos opositores alineados a la derecha– que denuncian el “avance chavista” sobre sus directorios, por el mero hecho de un Estado que resolvió adecuar su número de representantes a la proporcionalidad accionaria, terminan oponiéndose a la elementalidad capitalista de que las decisiones se toman en correspondencia con las partes alícuotas en que se divide el capital. Más allá de la ironía, lo obvio es la furia de esos holdings por encontrarse con que el Estado no quiere continuar siendo su socio eternamente bobo. Y también es obvio que no trepidaron en cargarle a la medida gubernamental una reacción espantada del mundo de los negocios, imposible de verificar por fuera del colectivo patronal en que están involucrados. Llegaron a fantasear la existencia de grave inquietud en Wall Street; lo cual, encima, les acabó empalmado con el alerta de la calificadora de riesgo top, Standard & Poor’s, al bajarle la nota a la economía norteamericana por el descomunal rojo de su deuda. Los dichosos “mercados” se desplomaron, se habló de “pánico mundial” y esta gente acá... pretendiendo que la Bolsa neoyorquina se alarmó por un simple reequilibrio de acciones en algunas empresas del culo del planeta. Patético. Como si resultara poco y siempre en medio de las declaraciones amplificadas sobre el pavor empresarial y el ahuyentamiento de las inversiones, aparece Javier Varela Sobrado, presidente del Grupo Peugeot-Citroën Argentina, para ratificar el plan inversor de la compañía por 700 millones de euros; y junto con eso, el anticipo de que este año la automotriz aumentará su producción en un 25 por ciento. “Estamos fabricando casi 720 autos por día laboral, lo que hace una década era sencillamente impensable”, dijo el hombre pero, claro, los grandes medios del autismo no destacaron la noticia, del mismo modo en que relegaron o ignoraron el golpe en las plazas bursátiles frente a que la perspectiva de la deuda estadounidense pasó de “estable” a “negativa”. Las cosas del periodismo independiente, que tampoco resaltó la suba de las acciones de Techint, por encima del incremento promedio, en el índice del Mercado de Valores. Y eso que se viene el chavismo.
Se les pasó igualmente el anuncio de extensión en el descuento de medicamentos a los jubilados. Idéntica ignorancia con la Asignación Universal para las embarazadas sin empleo, trabajadoras del sector informal y del servicio doméstico. Pero eso integra lo que es considerable como lógico en la lucha por instalación de agenda, entre la prensa simpatizante del oficialismo y la que activa en destruirlo. Por el contrario, la operación periodística Clarín & Techint se salió de madre en su grosería y motivó el dicho presidencial. Que no fue novedoso, porque ya durante el conflicto con la gauchocracia –mezclado con los errores, horrores, idas y vueltas del kirchnerismo– se lanzó que los campestres debían sincerarse en la lid electoral. Lo hicieron, y no les fue del todo mal en 2009; pero después sus figuritas electas se revelaron como unos inútiles completos, hasta el punto de no haber generado una sola iniciativa que los medios adictos pudieran aprovechar. La historia se repite, ya como comedia. Si en el pico de la animadversión contra el kirchnerismo no pudieron edificar una alianza sólida y propositiva, ¿cómo harán para instrumentarlo cuando ellos mismos dan por descontado que pierden y ni tan eso los unifica?
El hijo de Alfonsín recurre a Cobos y tienta a De Narváez, quien rechaza ir como colectora mientras Ricardito avisa que, de todas formas, tiene que consultar con sus aliados. Macri no descarta que Michetti y Rodríguez Larreta compartan fórmula: Michetti le tumba la sugerencia ipso pucho sembrando más interrogantes, como si faltaran, en torno de la auténtica vocación del hijo de Franco para ir por la presidencial. Carrió afirma que la oposición le da vergüenza y que “a este ritmo vamos a quedar unos pocos”, en referencia indesmentible al desbande de los candidatos que ya no quieren serlo o lo encubren como los dioses. Se le pliega la esposa de El Padrino y afirma que “no tenemos nada de serios”. Solanas y Lozano eligieron torpedearse sin previo aviso a través de los medios. Binner, con su ritmo austríaco, advierte que debe esperarse porque si pierde la interna santafesina del socialismo –y tiene razón– carecerá de autoridad para encabezar nada. Y tampoco se privó de advertirle al hijo de Alfonsín que ni sueñe con adherir a De Narváez. Restaba la coreografía final. La puso Duhalde, que por mitología de manejo de aparato sonaba o era imaginable como más ¿serio? que El Alberto. Dinamitó la interna que él mismo promovió y ahora dice que va por las suyas con el partido Unión Popular, de cuya existencia nadie tiene ni la menor idea. Ante tamaño horizonte, hay una relación inversamente proporcional entre las necesidades de una parte del establishment, que maneja una porción del dietario público a través de sus medios, y la oposición que se va a los botes.
“Si quieren tomar decisiones, que armen un partido.” El problema es que querrían, pero no pueden ni saben. En ese orden o en el inverso.
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