Reflexión de Domingo

En el 2001 éramos distintos.  Se había generalizado el "este país" en el discurso de todos y el sentido de pertenencia era humilante, era vergonzante.  Por eso lo ajeno, la distancia que se tomaba desde el discurso para bien de nuestra propia psique.  Muchos de nosotros, creímos que esa corriente se había revertido con el impulso nuevo que había inyectado un flaco por el que nadie daba dos mangos, pero que a fuerza de convicciones, gestión, cintura, pasión, mística, ideología  y olfato político, había sabido dar nuevo impulso y poner las cosas en su lugar.  El flaco ya no está físicamente con nosotros, pero tenemos al frente a quien fuera su compañera de toda la vida y la abanderada de toda esa gestión, no solo por tener las mejores notas, sino por ser
artífice junto a él, de lo que hoy llamamos Nación.  Eso creíamos.
Pero no todo es color de rosas.
El panorama que se presenta, con una oposición fragmentada y rejuntada por
cuestiones aritméticas más que por conveniencia ideológica, nos demuestra que el germen del desencantamiento y de la desconfianza en un sistema de partidos, ha echado raíces más profundas que lo previsto.
No debemos olvidarnos, que hasta no hace tanto, apenas 8 años, el clamor popular invitaba al "que se vayan todos" en franca alusión a éstas desconfianzas y la utopía de que habíamos salido de esa situación, es solo eso, utopía.
De otra forma no se puede entender este tira y afloje entre los fisicoculturistas de la política vernácula haciendo alarde de superficialidades y ostrando poco y nada de sus ideas, de su ¿proyecto?, de sus argentinas posibles.
El rejunte de nombres que oponen la candidatura natural de Cristina Elizabeth
Fernández de Kirchner, es por demás preocupante, ya que ratifica que gran parte de la dirigencia y peor aún, de los ciudadanos de a pie, siguen en la misma y parece que nada ni nadie, los hará cambiar de parecer.
El tema que los partidos políticos se construyen siempre desde abajo.  Son el reclamo de una idea que quiere salir a la luz y se encausa.  Nunca es al reves.  Las alquimias que están intentando para oponerse a un ideal, solo están atacando las formas, la superficie, y así no se construye poder.  Por eso se juntan el agua y el aceite y eso no representa a nadie, solo a sus propias ambiciones de figurar en la historia aunque sea en el reparto.  Otros que vienen de perder credibilidad, que entre los dos no suman 10% de intensión de voto, que se creen la reserva moral de la patria, cuando ni siquiera pudieron ganar en el barrio, son la viva imagen de la  miseria.  Ni hablemos de nuestra eterna pitonisa, ni del emisario de Xilium.
Dice el saber popular, que del único lugar del que no se vuelve, es del ridículo.
La ratificación por las urnas de nuestra presidenta, en el mejor de los casos, nos dirá que el 50% captó el mensaje, el resto deberá cursar nuevamente las materias adeudadas, ya que perdieron regularidad, y se acuerdan poco de lo que ocurrió en la cursada.