La semana pasada desde las páginas de Clarín y La Nación se acusó al CONICET de querer imponer un "pensamiento único", llegándose a relacionarlo con el funcionamiento de la Junta militar entre 1976 y 1983.
CONICET es el eje del sistema científico. La repatriación de 800 científicos, caso único en nuestra historia y con pocos correlatos internacionales, es la punta del iceberg de muchos logros en materia de ciencia alcanzado por Argentina en los últimos 8 años. Fue fundamental en esto que el CONICET pudiera funcionar con autonomía, eligiendo sus directores y recibiendo del Estado el presupuesto más alto de la historia. Los resultados son consecuencia de independencia de criterios y sustento de parte del Ministerio de Ciencia creado por Cristina.
CONICET se convirtió en lo que nunca había sido: un ejemplo de democratización en el más amplio de los sentidos. Ya sea por la elección de su Directorio por parte de los mismos investigadores y por la ampliación de posibilidades para gente idónea que tradicionalmente debía elegir entre manejar un taxi o Ezeiza. Para ello se implementó el programa Raíces que logró el retorno de muchos investigadores, se aumentó el presupuesto, creándose nuevos institutos y laboratorios y se incorporaron un número inédito de becarios e investigadores, alcanzando Argentina una relevancia internacional que sólo por algunas iniciativas personales había tenido su producción científica.
¿Cómo se pueden dar vueltas las cosas para que un logro que debe llenarnos de orgullo se convierta en un parangón de lo peor de nuestra historia? Esa es obra de quien se siente dueño de escribir "la" historia, así, de la misma manera que escribe "ésta" historia. Es Luis Alberto Romero, devenido en empleado de Clarín y La Nación sin abandonar su función de fiscal de "la" historia. Romero la semana pasada publicó dos deplorables notas a partir de un mero comunicado administrativo que habla de que institucionalmente el directorio del CONICET sólo se manifestará con un único discurso (cosa obvia y lógica en cualquier institución) y maliciosamente los reiterpretó para decir que de esa forma el gobierno opera para disciplinar a la ciencia argentina, con comunicados que son propios de la dictadura militar. Ergo CONICET funciona igual que la Junta Militar. http://www.lanacion.com.ar/1431165-mordaza-en-el-conicet-limitan-la-voz-de-los-cientificos/ o http://www.clarin.com/opinion/unidad-discurso-marcha_0_607739259.html
Pero también como él aparece otra voz de un "progre" "independiente" que aspira a obtener el anhelado logro de convertirse en empleado de la corporación mediática, me refiero a Andrés Carrasco, cuyo ego le impide sentirse parte de un colectivo mayor de investigadores. Carrasco se plegó a la operación de prensa con una nota que circuló por Internet, igualmente agraviante para quienes integramos la comunidad científica y no aceptamos que se nos trate de "disciplinados" o de "oportunistas" que agachamos la cabeza ante el "pensamiento único" que supestamente se nos estaría imponiendo desde el gobierno. http://renace.net/?p=1639
Pero no es la primera vez que ambos buscaron incidir sobre el destino del CONICET. Hace exactamente 10 años, uno, Carrasco, era Presidente del CONICET impuesto por De la Rúa (no elegido por ningún investigador), y el otro, Romero, el ideólogo de un plan que el Secretario de Ciencia, Dante Caputo impulsó hasta sus últimas consecuencias. Carrasco y Romero fueron entonces piezas clave de dicho plan consistente, ni más ni menos, que en forzar el cierre del CONICET, invocándose falta de idoneidad de los investigadores y la posibilidad de que las Universidades absorban los mejores recursos humanos. Esa era la contribución que se hacía al ajuste estructural requerido por el FMI y que en materia de ciencia no tenía otro camino que el pensamiento único, o del de los poquísimos que quedaban con posibilidades de investigar.
Por eso el 2001 no es historia. Aparece a la vuelta de la esquina agazapado.
Hoy Romero y Carrasco puede investigar en CONICET, como muchos otros investigadores y becarios. Esa multiplicidad de voces no tenía lugar hace 10 años y la crisis fue también una explosión ante la asfixia de voces, ante la falta de diversidad. Frente a la ampliación de oprtunidades para investigar con diversidad y libertad, como nunca sucedió en la Argentina, aparecen quienes añoran sus privilegios de los tiempos en los que la salida para la mayoría de los investigadores era Ezeiza.
La indignación por la operación de prensa construida por Romero desde Clarín y La Nación, quedó reflejada en la solicitada (que ilustra la nota) aparecida hoy en Página 12, firmada por más de 500 investigadores a partir de una nota que sólo tuvo 3 días de circulación vía e-mail. De más está decir que existe una amplia pluralidad ideológica entre los firmantes, investigadores en su mayoría de larga trayectoria académica.
Gustavo Vallejo Investigador del CONICET
Si bien ya resulta casi innecesario fustigar a los medios oligopólicos habida cuenta de su evidente desprestigio y carencia de objetividad, nunca está de más señalar sus sesgados "errores", como una maestra hace con un alumno que se empeña en "hacerse el vivo" poniendo de manifiesto su mala fe.
ResponderEliminarTambién es importante el comentario de Gustavo Vallejo en el sentido de que la pluralidad de opiniones implica enriquecimiento más que divergencias y que el "criterio único" es una invención del totalitarismo que tiene la buena suerte de poder manifestarse aún en períodos democráticos.
Aún recuerdo a "no llore, Sr. ministro" cuando trataba de defender el presupuesto nacional enviando al diezmado cuerpo de científicos A LAVAR LOS PLATOS.
Transcurrieron 10 años de aquella hecatombe que culminó con dolor y sangre la infernal experiencia neoliberal.
Tan cerca y, sin embargo, tan lejos.
Saludos
Tilo, 70 años