Por Alejandro Bercovich
No podría haber elegido un día más cargado de símbolos. Si realmente se suicidó, como deberá confirmar o desmentir la justicia uruguaya, difícilmente haya soslayado que se iba un 20 de diciembre. La misma fecha que lo encontró tirándole piedras a la policía cerca de Plaza de Mayo en 2001, cuando ya se reivindicaba peronista pese a las burlas de casi todos los que militábamos en la Facultad de Económicas contra la Franja Morada de los eternos hermanos Yacobitti. La misma fecha en la que pocos días después dio nombre al frente que lo ungió como el primer presidente no radical de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), rebautizada FUBA piquetera a tono con la época. La misma fecha en la que otros 38 argentinos cayeron diez años atrás, víctimas de la represión delarruista, pero también de la falta de ideas de un gobierno que se abrazaba empecinado a un tiempo que se cerraba.
Iván Heyn era un pibe violentamente ciclotímico. Un economista comprometido con sus ideas, un intelectual honesto y nada presuntuoso, al punto de que algunos académicos lo tacharan de rudimentario. Un militante dispuesto a correr un domingo a dar una charla para 20 vecinos de un barrio pobre con tal de convencerlos de algo sobre la economía argentina. Uno de esos tipos que contribuyeron a que la ciencia lúgubre ya no sea vista por la sociedad como ese idioma extraterrestre que hablan los Melconianes y los Brodas para explicar (sin que nadie entienda) lo bien que está recortar jubilaciones o congelar salarios cuando hay inflación.
El último recuerdo que me llevo de él es del 23 de octubre.
El diario ya había cerrado, las elecciones habían cantado 54%, el kirchnerismo celebraba en la Plaza y con algunos colegas nos habíamos acercado a mirar.
¿Te hiciste peronista, Berco? , gritó alguien desde atrás. Negué con la mano, sin mirar. Era Heyn. Orinaba en una palmera, eufórico. Como hace diez años.
¿Te hiciste peronista, Berco? , gritó alguien desde atrás. Negué con la mano, sin mirar. Era Heyn. Orinaba en una palmera, eufórico. Como hace diez años.
Con despacho y secretaria, pero con la misma sonrisa de gordo bueno de cuando nos encontrábamos en el subte.
Tomado de BAE
El economista callejero
Por La Cámpora
“Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Solo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defender la patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros.”
Así arrancaba casi siempre, con esa frase de Scalabrini Ortiz, sus charlas sobre temas económicos. Casi un lugar común entre los economistas del palo, pero en su caso, además de citarla la ejercía con consecuencia apasionada. Su compromiso era con todo. Como militante universitario fue presidente de la FUBA. De vendedor callejero de artesanías llegó a ser un joven economista brillante. Como bailarín de tango terminó poniendo una milonga. Como amigo y compañero fue un gran amigo y un gran compañero.
Hoy se nos fue Iván Heyn, un cuadro integral, un militante completo, un economista callejero. A pesar de su solvencia, de sus enormes conocimientos y de una inteligencia muy por encima de la media, su pasión siempre fue poder explicar las complejidades de la economía de manera tal que las entiendan los que las sufren. O sea el pueblo.
Te vamos a extrañar, Gordo, por polémico, por las noches en las que aprendimos a discutir de política y de economía como una forma de afianzar y sellar un compromiso y una amistad, hasta la última hora y hasta el último culito de Fernet. Por tu docencia constante, porque no había un tema en el mundo del que no pudieses dar una visión más o menos novedosa, combinando el monto justo de técnica y estaño. Por tu ritmo arrollador e imparable. Por tu cabeza galopante.
Con vos se va un pedazo de nosotros. Te vamos a extrañar mucho.
Tus compañeros de La Cámpora.
Una gran tristeza y una gran pérdida.
ResponderEliminarLa desaparición de Iván es incomprensible y absurda además de muy dolorosa.
ResponderEliminarSin intentar agitar conspiraciones ó tremendismos, creo que sus compañeros y amigos de La Cámpora deberían impulsan una cuidadosa investigación de esta extraña muerte.
Me resulta muy difícil aceptar la versión de un posible suicidio ó accidente.
Considero anormal que la desaparición repentina e inesperada de este pibe, después de la sorpresa inicial haya sido tratada con tan bajo perfil.
¿No debería haber sido velado en alguna dependencia oficial en lugar de una casa mortuoria?
Deseo estar equivocado.
Mi mayor respeto para todos sus deudos y amigos.
Tilo, 70 años