Giovenco es el de gruesos anteojos |
Googleado correspondientemente me encuentro con esta breve pero jugosa reseña en http://www.ruinasdigitales.com. Les copio textual, ya que da para leerlo en un fin de semana largo.
El lunes pasado, una bomba le estalló en la mano a Alejandro Giovenco Romero, un activo militante de la derecha. Giovenco había estado el jueves pasado en la reunión en la que el Jefe del Movimiento Perónista, General Juan Perón habla solicitado terminar con las bombas y la violencia. Giovenco sostuvo en el último tiempo una cerrada posición en cuanto a la verticalidad que se le debe al General Perón. El muerto acababa de salir de la sede de la Unión Obrera Metalúrgica, a cuadra y media del lugar donde le estalló la bomba y era acompañado —hasta minutos antes— por varios guardaespaldas utilizados por esa organización sindical en tareas de seguridad. Los matones, que le dicen, con los que habla estado toda la noche y que lo abandonaron justamente segundos antes que estallara la bomba. Los diarios, al estilo de los relatos de la vida de los gangsters caídos en Chicago en los años treinta, no han penetrado en la razón de ser del personaje. Ya sea porque no se contaban con los elementos necesarios o porque la vía más fácil a veces suele ser para el periodismo la de contar objetivamente ocultando la opinión con sutilezas.
A principios de los años sesenta, Giovenco se acercó a Edmundo Calabró, en ese entonces militante del Movimiento Nueva Argentina un desprendimiento peronista de Tacuara, y le pidió militar en el peronismo. Confesó que hasta ese momento había seguido los pasos de su padre, un activo militante de los Comandos Civiles de la Revolución Libertadora que derrocó a Perón en 1955. Pero que ahora, habiendo recapacitado, deseaba borrar esa participación suya en la Juventud de la Revolución Libertadora y que quería ser peronista. Esta decisión coincidió con un duro conflicto que Giovenco tuvo con su padre. Hasta ese momento Giovenco había peleado contra el peronismo por dos razones fundamentales: la defensa del catolicismo que a su juicio estaba siendo atacado por Perón y contra el desorden y los ataques a la libertad que producía el peronismo. De esta manera Giovenco era una mezcla de católico liberal de derecha y nacionalista de élite. Ya que el elemento nacional, en sus formas —sin el contenido popular—, estaba incluido dentro de sus ideales.
Ya en el Movimiento Nueva Argentina, manifiesta un vehemente y exagerado deseo de limpiar su pasado con una acción heroica para el peronismo: así promete matar al almirante Rojas. Tiempo después, dos militantes de Nueva Argentina colocan una bomba frente a la casa de Rojas, sin saber que Giovenco estaba por los alrededores; éste es reconocido por la custodia de Rojas como un desertor de sus filas, lo denuncian a la policía y cuando es detenido se le encuentra una pistola 7,65. Va preso por varios meses.
El Movimiento Nueva Argentina se divide tiempo después, Giovenco se va con la fracción que consideraba que la otra estaba teñida de Vandorismo. La actividad política decae por ese tiempo, y se va en viaje de mochilero rumbo a Chile. Allá convive con una secta nazi que legalmente funcionaba como el Partido Nazi de Chile. Sus viejas aspiraciones de orden, de repulsa racial a los judíos, y odio a todo lo que fuera izquierdismo se forma en ese viaje,aunque no encuentra expresión política para hacerlo cuando regresa a la Argentina. Tampoco se nota demasiados cambios en él ya que no milita activamente.
Antes de este viaje había participado con otros miembros de Nueva Argentina en la custodia de Isabel Perón. Recorrió así parte del país, hasta que el actual diputado Alberto Brito y jefe del Comando de Organización crea una intriga contra Giovenco y los de Nueva Argentina, acusándolos de vandorístas. Esto provoca el desplazamiento de la guardia y el regreso a Buenos Aires donde Giovenco apoya la idea de que hay que demostrar que no se es vandorista y hacer un hecho “heroico” contra el vandorismo que le saque a Nueva Argentina el mote que tiene. Se trató entonces de secuestrar a Tito Bramuglia —un dirigente ligado al vandorismo— para lo cual le coparon la casa, aunque cuando trataron de sacarlo sus gritos alertaron a los visitantes y vecinos y el secuestro quedó frustrado.
En Nueva Argentina, Giovenco nunca fue un cuadro de conducción, era una especie de personaje que aparecía en las tareas “especiales” y siempre subordinado a alguien.
Así, sin una militancia activa, Giovenco es incluido en el grupo —que se llamó Comando Cóndor — que emprendió en septiembre de 1966 una acción por la soberanía en Las Malvinas. Debía ir otro ex militante de Nueva Argentina, pero Giovenco lo reemplazó a último momento. En Malvinas —cuando el acto de soberanía estaba cumplido—, sin que las banderas argentinas ni la soberanía hubiera sido mancillada por los ingleses, Giovenco propuso una acción heroica de enfrentamiento a tiros con los mal vi ñeros. Costó convencerlo que una acción de ese tipo, en vez de contribuir tendía a cerrar las posibilidades de que algún día Argentina ocupara realmente las islas: “un malvinero muerto, tiraba sangre en el medio de lo que hasta ahora era un justo reclamo de derechos”. La acción estaba cumplida ya que los argentinos habían logrado conmover al mundo y demostrado su decisión de ejercer sus derechos sobre las islas. Fue un momento difícil en el avión argentino donde el comando decidía su acción rodeado de tropas.
Durante el tiempo de cárcel, ya en el continente, se hizo una revisión sobre lo que se había hecho en Malvinas. Si bien todo el grupo, donde estaba Giovenco, coincidió en que se hizo lo que se pudo y lo que había que hacer, Giovenco no quedó conforme. Tiempo después sostuvo que el vandorismo había aprovechado para si la operación y había que romper esa imagen con un gran gesto. Se acercaba el tiempo de la libertad para la mayoría del grupo que había hecho la operación teniendo cuidado de no embanderarla políticamente pues se consideraba que era una aspiración que trascendía los marcos peronistas. Seis meses después de hecha, Giovenco propuso cambiar este marco y declarar peronista a la operación y entregarle las banderas que habían estado en Malvinas al General Perón. Parte del grupo se opuso pues era una forma absurda de rectificar lo hecho y además porque aún estaba vigente el carácter nacional de la operación. El Comando se dividió y tiempo después —ya en libertad — expulsaba a quienes se habían opuesto a dedicarle a Perón la operación. Una carta de Perón, un año después daba a los expulsados la razón por haber mantenido esa posición.
Cuando sale en libertad, Giovenco se enrola en las filas del vandorismo, junto con varios miembros de la operación Cóndor. Actúan de guardaespaldas de Lorenzo Miguel y luego de Paladino. A tal punto que defienden el local de la calle Chile que venía a ser recapturado por un grupo entre los que había militantes de Comando de Organización de Brito y Norma Kennedy. Los defensores del local matan a Enrique Castro del C. de O. y hieren seriamente a Norma Kennedy; Giovenco salió herido en el meñique de la mano izquierda. Los defensores de Paladino acusaron a los de Brito y Norma Kennedy de ser infiltrados marxistas.
Aquí Giovenco rescata nítidamente los elementos asumidos durante su origen militante en la Revolución Libertadora: esa “fue una acción de anticristo —dice un comunicado eon su firma y refiriéndose a Norma Kennedy y Brito dice “que representan al marxismo que se pone la camiseta peronista”; “no aceptaremos jamás reconciliación ni pactos de ninguna especie con el marxismo, ni con ningún elemento antinacional por más que se disfrace de peronista”. El abogado que Paladino le pone a Giovenco es el Dr. Camus, actual miembro del Consejo Superior del Justicialismo.
Más adelante, continúa ligado a la Unión Obrera Metalúrgica y es detenido por esconder en su casa al asesino de Silvia Filler, la estudiante marplatense.
Giovenco fue alcanzado, por especial empeño de los diputados del vandorismo; por la amnistía del 25 de mayo al asumir el peronismo el gobierno.
Reaparece el 20 de junio en el palco de Ezeiza. Allí Brito y Giovenco pasan por encima del cadáver de Enrique Castro y se unen nuevamente. Desde allí masacran juntos a las columnas que trataban de acercarse para ver a Perón y dieron comienzo a lo que culminó en una matanza irreparable.
El nueve de junio, también había estado en el tiroteo que se produjo cuando los matones de la UOM trataron de impedir se cantaran consignas contra la burocracia en el homenaje a los fusilados en 1956. Giovenco dispara e hiere a Miguel Garaycochea, un antiguo militante peronista. Aparece luego en varios enfrentamientos violentos que han teñido la lucha interna del movimiento peronista en estos últimos meses.
El mismo es objetivo en un atentado frente a su casa. Sale ileso ya que la fortuna hizo que ese día tuviera más custodia de la que normalmente contaba.
Defensor de un Cristo a su medida, de una nacionalidad abstracta, Giovenco siempre tuvo un mismo enemigo: aquel que levantara la esencia revolucionaria del Movimiento Perónista; para él éstos eran todos “marxistas” con los que había que terminar. Su práctica política demuestra una concepción coherente: el acto personal, “heroico”, la actitud individual y el valor personal. Nunca se lo vio recorriendo las bases peronistas, su manejo era totalmente superestructural. Enemigo de Vandor, termina siendo guardaespaldas de Lorenzo Miguel y viviendo de la UOM; sostenedor de la obediencia a Perón tira tiros a favor de Paladino cuando Perón ya lo ha expulsado del puesto de delegado y muere con una bomba en la mano cuando Perón acaba de decirle expresamente que hay que terminar con la. violencia.
Su lema era “Dios y Patria” al que le agregó “Perón”, practicando un peronismo que consistió en combatir cruentamente cualquier asomo de la raíz revolucionaria del Movimiento Perónista.
También generó absurdos, como que Brito, que había jurado venganza para Enrique Castro, le mandara una delegación del Comando de Organización a su velatorio, en cambio Perón, el jueves no se refirió a la ausencia de Giovenco en la reunión.
Muy buena data!
ResponderEliminarDaniel, agregame a tu blogroll!
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abrazo
Pipo