El dictador Jorge Rafael Videla se quedó dormido durante el alegato del abogado de Abuelas de Plaza de Mayo y fue apercibido por la presidenta del Tribunal Oral en lo Federal 6, que instó a sus defensores oficiales a despertarlo.
Los letrados oficiales, quienes además asisten al también dictador Reynaldo Benito Bignone, cumplieron de inmediato la orden de la camarista María del Carmen Roqueta quien los instó a “por favor señores defensores díganle al imputado que tiene que permanecer despierto”.
Tras la reprimenda, Videla volvió a fijar su vista en las paredes tapizadas de la Sala de Audiencia donde sus ojos buscaron cobijo para evitar cruzar miradas con la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, cuyos letrados ya estaban desgranando la acusación que finalizará mañana.
Mientras ello ocurría, en la bandeja superior de la Sala de Audiencias de los tribunales de Comodoro Py 2002, de esta Ciudad, en lugar reservado a los familiares de los imputados, sólo una mujer entrada en años y dos ancianos seguían las alternativas del alegato mientras uno de ellos se entretenía resolviendo enigmas y crucigramas.
Hace 56 años, a poco más de uno del comienzo de las matanzas sobre el pueblo, contemporáneas de nuestra historia próxima, ocurría un hecho siniestro que generó estos versos y cambió el rumbo de los acontecimientos que llegan hasta hoy en el juicio de este otro asesino.......pero ya no lo dejan dormir y es otra mujer que imparte justicia .
La esposa del coronel Cogorno, uno de los sublevados el 9 de junio de 1956 que había sido sentenciado a ser asesinado por pelotón de fusilamiento a las órdenes de la revolución fusiladora, presidida por un asesino, pidió aquella mujer hablar con el presidente que había dado la órden, el asesino era el general Aramburu. Pero la órden del presidente a la guardia era que no lo molestaran, "el presidente duerme" era la respuesta a la súplica.
El Presidente Duerme...
La noche yace muda como un ajusticiado,
Más allá del silencio nuevos silencios crecen,
Cien pupilas recelan las sombras de la sombra,
Velan las bayonetas y el presidente duerme.
Muchachos ateridos desbrozan la maleza
Para que sea más duro el lecho de la muerte...
En sábanas de hilo, con piyama de seda
El presidente duerme.
La luna se ha escondido de frío o de vergüenza,
Ya sobre los gatillos los dedos se estremecen,
Una esperanza absurda se aferra a los teléfonos,
Y el presidente duerme.
El llanto se desató frente a las altas botas.
Calle mujer, no sea que el llanto lo despierte.
Sólo vengo a pedirle la vida de mi esposo.
¡El presidente duerme!
Reflectores desgarran el seno de la noche,
El terraplén se apresto a sostener la muerte,
El pueblo se desvelo de angustia y de impotencia
Y el presidente duerme.
De cara hacia la noche sin límites del campo,
Las manos a la espalda, se yerguen los valientes,
Los laureles se asombran en las selvas lejanas
Y el presidente duerme.
Tras de las bocas mudas laten hondos clamores...
con su deber y que ninguno tiemble
De frío ni de miedo!
En una alcoba tibio
El presidente duerme.
Viva la patria! Y luego los dedos temblorosos,
Un sargento que llora, soldados que obedecen,
Veinticuatro balazos horadando el silencio...
Y el presidente duerme.
Acres rosas de sangre florecen en los pechos,
El rocío mitigo las heridas aleves,
Seis hombres caen de bruces sobre la tierra helada
Y el presidente duerme.
¡Silencio! ¡Que ninguno levante una protesta!
¡Que cese todo llanto! ¡Que nadie se lamente!
Un silencio compacto se adueño de la noche.
Y el presidente duerme.
¡ Oh, callan, callan todos! Callan los camaradas...
Callan los estadistas, los prelados, los jueces...
El Pueblo ensangrentado se trago las palabras
Y el presidente duerme.
El Pueblo yace mudo como un ajusticiado,
Pero, bajo el silencio, nuevos rencores crecen.
Hay ojos desvelados que acechan en la sombra
Y el presidente duerme.
Gracias Lanchita
Los hijos de puta deberían mantenerse eternamente jóvenes para poder asumir y sufrir la eternidad de sus condenas. Desgraciadamente, el paso de los años también los convierte en hijos de puta viejos que, ya superados los 80, se duermen como si fueran unos ancianitos comunes cabeceando su eterna modorra a medida que sus neuronas los abandonan.
ResponderEliminarPero hay algo que jamás perderán: Su condición de reverendos hijos de mil putas.
Saludos
Tilo, 70 años