Se está dentro del proyecto nacional que se dice estar y, por consiguiente, se obra en consecuencia, incluso resignando posiciones de sector; o la pertenencia declamada encierra una formalidad que asusta, una miopía política que puede conducir a errores después lamentados, cuando es tarde.
Por Víctor Ego Ducrot
El paro realizado por los docentes a nivel nacional y el provincial, en Buenos Aires por 48 horas, más la sucesión de expresiones de uno y otro lado del conflicto, desde las palabras de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la Asamblea Legislativa hasta las graves imputaciones formuladas por los dirigentes sindicales, que acusaron a este gobierno de parecerse al duhaldismo, e incluso de replicar medidas de lo ’90. Todo ello conforma un conjunto de hechos que puso definitivamente sobre el tapete una discusión pendiente: ¿qué significa la pertenencia a un proyecto político, cuáles son las responsabilidades a asumir por quienes se dicen parte del mismo; en definitiva cuál es la obligación militante de leer e interpretar los escenarios desde el contexto de una identidad estratégica?
Por “izquierda” y derecha surgieron voces indignadas por los dichos de la presidenta en el Congreso; fueron las voces de quienes se sintieron ofendidos, pero ¡oh casualidad!, suelen ser las mismas (algunas con las mejores intenciones, es cierto, y me refiero al campo del movimiento obrero) que se la pasan reclamando para que la jefa de Estado brinde explicaciones por todo y ante todos, cada vez que el aparato comunicacional dominante establece la “sensación térmica” de que ese reclamo es masivo, justo y necesario. Pero cuando ella hace uso de la palabra, sin los condicionamientos de lo políticamente correcto y asumiendo los costos de sus dichos (lo mismo hizo sistemáticamente Néstor Kirchner), entonces surgen los discursos que anteponen cierta indignación moral con tufillo pequeñoburgués a la crudeza de la realidad.
Parecen eternas las reglas de juego que el oficialismo justamente se propuso modificar, para que la palabra política no sea patrimonio exclusivo de los medios de comunicación ni de las estructuras dirigenciales. Y a esa eternidad se jugaron todos (repito, algunos con buenas intenciones y desde reclamos que son lícitos y hasta lícitas son las medidas de fuerza legales que se puedan adoptar en función de los mismos), aunque, una vez más las disquisiciones metafísicas fueron arrasadas por los acontecimientos políticos.
Muy pocos esperaban, por ejemplo, textos como el de Ariel Garbarz (“La presidenta no desconoce la realidad”) publicado el lunes pasado por este diario, en el que el autor afirma: “Veamos por qué Cristina no está mal informada respecto a las vacaciones docentes (…). Las de verano, denominadas Licencia Anual Ordinaria en el Estatuto del Docente, son de 30 días hábiles desde el 2 de enero, o sea resultan 45 días corridos, pero en la práctica empiezan la última semana de diciembre (casi siempre el 23) y terminan el 28 de febrero, porque sólo hay que presentarse a trabajar la segunda quincena de febrero si las escuelas los convocan en forma fehaciente para reuniones o jornadas de capacitación especiales. Ahí ya tenemos dos meses y una semana. Si le sumamos las dos semanas de vacaciones de invierno ya estamos en dos meses y tres semanas, o sea casi tres meses. Pero el abultado y meritorio listado de 24 tipos distintos de licencias especiales, extraordinarias, justificaciones y franquicias, que los docentes lograron gracias a sus luchas durante décadas, entre las cuales hay otros seis días por año y hasta dos días mensuales que pueden ausentarse por cualquier razón particular y sin justificar llevan las reales vacaciones y licencias de la inmensa mayoría de los docentes de todos los niveles a más de tres meses en el año, tal cual afirmó Cristina Fernández.”
Menos aun esperaban uno de Silvina Rosignoli, docente de la provincia de Buenos Aires, dado a conocer por la agencia AgePeBa <www.agepeba.org>. En “Reflexiones de una maestra argentina”, Rosignoli afirmó: “Espero que los dirigentes gremiales que voté estén a la altura de las circunstancias y no se dejen correr por izquierda ni repitan el discurso mediático y defiendan la Educación Pública de verdad. Nunca se invirtió tanto en Educación como desde el 2003 (6,47% del PBI), se construyen escuelas, se destinan millones a mejorar la infraestructura de las escuelas técnicas, herramientas, máquinas, computadoras, personal docente y no docente, libros, horas institucionales pagas mediante el Plan Mejoras, materiales digitales gratuitos, capacitaciones de calidad sin costo. Nuestros alumnos comen, reciben útiles, becas, sus padres han recuperado el trabajo y, lo más importante, la certeza de que hay un futuro y un presente por el cual vale la pena estudiar. ¿Qué más queremos?”
La andanada de comentarios en la página digital y en la cuenta Twitter de AgePeBa no se hizo esperar. Lo más curioso de esa reacción no fue la cantidad de elogios o de críticas al texto publicado, sino el desproporcionado volumen de insultos y descalificaciones que recibió la autora de las reflexiones, lo que podría estar indicando, más allá del sesgo antigubernamental de tales imprecaciones, esa especie de desencaje psicológico que produce lo no esperado, lo no políticamente correcto, todo aquello que supone meter los pies en el barro y asumir los costos de la propia lectura o mejor dicho, del contexto estratégico aceptado.
Que la provincia de Buenos Aires se haya convertido en escenario especial de la disputa salarial que alienta la dirigencia docente hace que las palabras de su vicegobernador, Gabriel Mariotto, tengan un alto grado de relevancia. En declaraciones a una radio platense, el vice de Daniel Scioli convocó a la “racionalidad” de las demandas; otra vez una apelación al contexto.
Esas palabras parecerían estar en sintonía con las del diputado nacional del FPV Héctor Recalde, hombre cercano al jefe de la CGT, Hugo Moyano: “Qué duda cabe que desde el 2003, la CGT, con Moyano, viene respaldando este modelo y va a seguir”, dijo, para luego negar que la central obrera esté por llamar a la huelga: “Hablé ayer al mediodía con él (Moyano) y en ningún momento me dijo que estaba pensando en un paro general… está dispuesto a seguir dialogando con el gobierno”, añadió Recalde, un destacado laboralista, al conversar el lunes con colegas del canal de TV América 24.
Racionalidad y contexto político. Se está dentro del proyecto nacional que se dice estar y por consiguiente se obra en consecuencia, incluso resignando posiciones de sector; o la pertenencia declamada encierra una formalidad que asusta, una miopía política que puede conducir a errores después lamentados, cuando es tarde.
La dirigencia sindical debería oír las palabras del vicegobernador bonaerense y del diputado nacional encuadrado expresamente con la actual conducción de la CGT; de lo contrario, y en última instancia, demostrarán que no están donde afirman estar. Los gestos de aceptación que algunos dirigentes de la docencia hicieron en el Congreso cuando oyeron a Cristina, deberían traducirse en actos de consecuencia militante, más allá de los costos coyunturales. Otra vez: racionalidad y contexto político.
Tomado de Tiempo Argentino
No hay comentarios:
Publicar un comentario