Un análisis de la actual coyuntura por NORBERTO
GALASSO
Los investigadores extranjeros que llegan a América Latina se sumen en la perplejidad cuando deben analizar los movimientos nacionales que en nuestras tierras brotan y se desarrollan. Esto es explicable porque, para entenderlos, recurren a los libros de sus bibliotecas, a sus cursos académicos, a sus ensayistas más brillantes para los cuales este tipo de fenómenos resultan ajenos, exóticos, incomprensibles. La situación se agrava cuando semejante perplejidad se les produce a los intelectuales latinoamericanos que las más de las veces concluyen asumiendo posiciones de seudo izquierda o de izquierda abstracta, como quiera llamársele, perfectamente aplicables a países lejanos y no a los nuestros, a los que continúan ignorando. De ahí también que se asombren cuando uno les recuerda que Jauretche aconsejaba: antes de aprender la verdad de lo que ocurre aquí, es preciso desaprender verdades de otros países, donde la cuestión nacional está resuelta o donde, al convertirse en imperios, los enfrentamientos de clase se han morigerado a tal punto que vale lo mismo ser socialdemócrata o comunista que conservador o liberal.
Los investigadores extranjeros que llegan a América Latina se sumen en la perplejidad cuando deben analizar los movimientos nacionales que en nuestras tierras brotan y se desarrollan. Esto es explicable porque, para entenderlos, recurren a los libros de sus bibliotecas, a sus cursos académicos, a sus ensayistas más brillantes para los cuales este tipo de fenómenos resultan ajenos, exóticos, incomprensibles. La situación se agrava cuando semejante perplejidad se les produce a los intelectuales latinoamericanos que las más de las veces concluyen asumiendo posiciones de seudo izquierda o de izquierda abstracta, como quiera llamársele, perfectamente aplicables a países lejanos y no a los nuestros, a los que continúan ignorando. De ahí también que se asombren cuando uno les recuerda que Jauretche aconsejaba: antes de aprender la verdad de lo que ocurre aquí, es preciso desaprender verdades de otros países, donde la cuestión nacional está resuelta o donde, al convertirse en imperios, los enfrentamientos de clase se han morigerado a tal punto que vale lo mismo ser socialdemócrata o comunista que conservador o liberal.
Estas reflexiones las
provoca la situación actual de la Argentina donde, si bien desde una posición
nacional, es perfectamente definible dónde está el movimiento nacional y donde
está la reacción conservadora, se cruzan en el escenario político
–asombrosamente- personajes que siempre estuvieron de un lado y ahora están del
otro, como si se hubiese generalizado una desubicación creciente de los
protagonistas que los torna incomprensibles porque toda su trayectoria anterior
no se compatibiliza con la que asumen hoy día.
También Jauretche tenía su
consejo para situaciones como ésta: “Hay que barajar y dar de nuevo”. Por
broncas, por obcecación, por rivalidad o por motivos que sólo un brillante
psicólogo podrá desnudar, varios realineamientos producidos en la Argentina en los últimos
tiempos resultan inexplicables para el hombre y la mujer común, para el
argentino politizado pero que no es militante y por tanto se informa, en las
líneas gruesas de los acontecimientos, según la experiencia obtenida en años
anteriores y se le hace muy difícil orientarse hoy.
Usted me dirá
seguramente que gran parte de la confusión la han provocado las grandes
corporaciones mediáticas falseando la verdad y esto es cierto. Pero, en ese
aspecto, gran parte del pueblo argentino ha aprendido lo que yo escuché a los 25
años, en el café de la esquina de mi casa, de boca de un militante de la
resistencia peronista discutiendo con un antiperonista: “Che, pero usted miente
como un diario”, verdad que ahora se ha generalizado. Por tanto, hay algo más
que provoca la confusión, la incomprensión, la desorientación. Y este
desbarajuste en el escenario político es preciso abordarlo, aunque se trate de
un camino de cornisa
Nosotros, que no hacemos política para obtener cargos,
ni embajadas, ni prestigio, no nos hemos callado nunca, ni hemos convertido a la
política en reverencias diplomáticas o silencios cómplices, siempre hemos
evaluado la correlación de fuerzas entre el campo popular y el sector
reaccionario y si alguna vez fuimos prudentes en las críticas al campo popular
fue con plena conciencia de que no queríamos hacer el juego al campo enemigo,
pero siempre hemos considerado que formular apoyos acríticos le hacen mal a
quienes apoyamos y que sabiendo perfectamente desde donde hablamos, podemos
señalar, sin ambages, las sorpresas –o mejor, los disgustos- que nos provocan
ciertas actitudes y posiciones. (Este es un párrafo que le viene como anillo al dedo al post de respuesta a Marcos Aguinis y su pésima educación) Por eso decimos hoy, que hay muchas “fichas” mal
colocadas en el tablero, que desde nuestro modesto entender son muchos los que
deben reconsiderar sus posiciones pues están donde no deben estar y sostienen
aquello que no deben pensar.
En este sentido, un movimiento nacional como el
que preside Cristina Fernández de Kirchner necesita, dentro suyo, una CGT
integrada por dirigentes que hayan probado una y otra vez, a lo largo de su
historia, que su desempeño, su combatividad y su conducta han representado con
la mayor fidelidad los intereses de los trabajadores. Si para ello es preciso
conceder, aguantar, autocriticarse, no importa, hay que hacerlo. Ningún lector
de “Señales Populares” puede haber visto sin enojo esa foto donde
la
Presidenta de la Nación aparece rodeada por dirigentes gremiales
que sostuvieron al menemismo, algunos que fueron sindicalistas-empresarios y
otros, hasta confidentes de “los servicios de inteligencia”. Y también hay que
decirlo: ningún lector de “Señales Populares” puede haber escuchado, sin
molestarse, que un dirigente de trayectoria combativa que supo crear el MTA
contra la entrega menemista se defina ahora como opositor a este gobierno –que
es el anverso del menemismo- y recorra los programas televisivos de los
cómplices de la dictadura genocida y la entrega del país sosteniendo que no
volvería a votar a Cristina.
El ciudadano que se informa por la “caja
maldita” ha visto estas cosas y ha sentido herido ese entusiasmo que se nutrió
en los cambios producidos en los últimos años. Ha querido explicárselo pero ha
encontrado, en ambos lados, argumentaciones que no están a la altura de la
responsabilidad que exige la hora, argumentaciones que diluyen las cuestiones
confrontadas, que generan suposiciones erróneas en uno u otro sentido o
silencios que ayudan a la confusión.
Y esto le hace mal al gobierno y al
movimiento obrero. Porque nuestra historia enseña que no es posible profundizar
un proceso de cambio sin apoyatura de un sindicalismo unido y ajeno a todo
arreglo espurio con las grandes corporaciones empresarias o mediáticas.
Porque
también nuestra historia enseña que los trabajadores, en condiciones de
democracia gremial, no son partidarios de los saltos al vacío por parte de sus
dirigentes, ni de alianzas con seudoizquierdas que se han opuesto a los
gobiernos que desdeñosamente califican de “populistas”, provocando el goce de
los Magnetto, Biolcatti y Cía.
Por el camino recorrido hemos avanzado mucho,
incluso en los últimos meses –entre ellos, el Ingreso de Venezuela al Mercosur y
el control sobre el uso de las divisas- pero hay asignaturas pendientes y
algunas, urgen.
También es cierto que existe una crisis mundial muy grave. Si
se reparten las cargas para afrontarla, los trabajadores lo entenderán pero para
ello necesitan dirigentes con historia, historia buena, no de la otra. Y
necesitan discusión, cuadros, capacitación, polémicas, no sólo medidas
coyunturales nacidas de “mesas chicas”, sino clara participación en proyectos
estratégicos.
Aquí nadie tiene la verdad al cien por ciento, sino que
modestamente estamos atisbando el mejor futuro posible para las mayorías y que
los privilegiados dejen de serlo. Eso solo, pero nada menos que eso.
No sería
extraño que algún lector de “Señales Populares” sostenga que no hay que lavar
los trapos sucios en público, ya sea de una u otra parte. Nosotros, por el
contrario, hacemos el esfuerzo de lanzar estos pocos miles de ejemplares porque
consideramos que sería traicionarnos a nosotros mismos si calláramos lo que
pensamos, eso que, por otra parte, se dice en voz baja en los cafés o en los
ateneos políticos. Confiamos en que así ayudamos a que nadie pierda el rumbo o
como ya dijimos: pretendemos concurrir al esfuerzo de BARAJAR Y DAR DE NUEVO.
Señales Populares, Agosto 2012
Gracias Ricardo
... no son defendibles los equívocos de Moyano..., pero esto no hace aplaudible a la CGT Balcarce con todo el basural de los 90... festejado por los revolú de fusiles y pelotas para la liberación arrodillados ante Monsanto, Gates y cia.; de todos modos le pongo la ficha al cro. contador...
ResponderEliminarNo son defendibles unos ni otros, Galasso lo dice bien claro y yo coincido, por eso lo posteo.
ResponderEliminarGalasso, con la claridad y el compromiso de siempre. Es cierto lo que plantea.
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