Eduardo de la Serna
La
credibilidad no es “cualquier cosa”. Se pueden desatar crisis terribles cuando
esta se pierde. Cuando un banco pierde credibilidad, estalla la economía; cuando
un país pierde su credibilidad el “riesgo país” se va a las nubes; cuando un
abogado, o un ingeniero la pierden, dejan de tener clientela… La credibilidad
–especialmente en algunos órdenes de la vida- es la “autoridad” (o el “poder”)
que alguien, personal o colectivo, tiene. Sea esta credibilidad justa o no,
ficticia o sustentada en la realidad. ¿Quién apoyaría –por ejemplo
económicamente, pero no sólo- una fundación si no cree que los fondos llegarán a
destino? ¿Quién apoyaría un dirigente, político, sindical, o clerical, si no
cree que responde con palabras y hechos aquello que dice? Para muchos sectores,
la credibilidad “es todo”.
Pues bien,
¿qué pasa cuando un Medio (o multi-medios) pierde su credibilidad? Pues ocurre
que empieza a perder su razón de ser. Es verdad que en muchos casos esta razón
de ser puede haber mudado, y ha dejado de ser un “medio de comunicación” para
pasar a ser un “medio de entretenimiento”, o un “medio de presión”,
especialmente un “medio de negocios”. ¿Qué ocurre cuando algunos –y cada vez
más- empiezan a descubrir, por ejemplo, que “Clarín miente”? Pues que empieza a
perder credibilidad. No sólo que se compra menos –cosa que ocurre- sino que aun
muchos que consumen los “productos Magnetto” dejan de “creer” que la realidad
sea “como Clarín la vende”. Y es en este momento donde aparecen los “culpables”;
¿quiénes son culpables de que Clarín y sus socios (no amigos, por cierto)
pierdan credibilidad? Uno está tentado a decir que el principal culpable es
Clarín mismo, porque “la mentira tiene patas cortas”, pero además es así fácil
comprender la pelea constante que desde los medios clarinistas y sus socios se
desatan contra Tiempo Argentino y Página 12, contra 6, 7, 8 y ahora
especialmente, contra Víctor Hugo Morales.
La campaña
contra Víctor Hugo es realmente patética, no por ello menos poderosa. Con el
poder que tiene la “cadena nacional de la desvergüenza y la calumnia”. Mucho
antes del surgimiento de “los K”, VH se enfrentaba a Clarín, mucho antes tuvo
las mismas actitudes que ahora le cuestionan como si las tuviera pago mediante.
Hay otros que han mostrado, y siguen mostrando a todas luces, el encubrimiento,
como se puede comprar y vender credibilidad a costa de aparecer. A costa de
estar en los medios. A costa de tener espacio en el diario, la radio y la TV. A
costa de vivir en la cornisa del ridículo.
Por un
momento caeré en la ficción de que le creo (cosa que no, lo aclaro), que VH
“antes” fue amigo de militares uruguayos, cercano a la dictadura. Imagino que
les creo. Pero la historia nos muestra miles de personas que en su vida cambian,
y no son hoy lo que fueron ayer. El patobulrichismo no es una novedad;
Borocotización lo llamaban en otro tiempo. Pero además –y siempre simulando que
creo- una cosa es cambiar por convicción, porque veo que estaba equivocado, y
otra es cambiar por dinero. A eso se lo llama mercenario. Se quiere acusar a VH
de mercenario de la palabra aprovechando la mala memoria de quienes no recuerdan
las posiciones de VH, por ejemplo, frente a Clarín y luego de la “ley de medios”
mucho antes que fueran “banderas K”. Precisamente por esto, los “mercenarios de
la palabra”, ¿no son otros? ¿No son otros los que cambiaron (y no parece que
fuera gratuitamente)? El supuesto progre de ayer, desairado por Hebe en las
mismas cámaras de Dia D, ni mirado por ella misma cuando se acercó como buscando
sombra en el acto por los 10 años de la Revista XXIII, el que ahora sale en
primera plana de Clarín, tiene horario central en Mitre y programa en horario
principal del “13”, ¿no cambió? Porque si suponemos que VH cambió, no es menos
cierto que cambió Lanata, y lo que parece importante es “hoy, ¿dónde estás?”
Pero para peor, nunca le creí a Lanata, y sí le creo a VH. También en lo de
ayer, y hablamos de credibilidad.
En lo
personal, hice llegar a VH mi solidaridad ante la campaña de desprestigio que
busca que pierda credibilidad. Y me llegaron, además, decenas de correos de
curas amigos del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres pidiendo que –si
puedo- también en nombre de ellos le acerque a VH nuestro abrazo fraterno y
solidario. Vaya desde acá ese abrazo, nuestro repudio a los mercenarios de la
palabra, in-creíbles ellos, y nuestro deseo profundo de que el 7 de diciembre
nos despierte con una Argentina donde haya más voces y que cada quien pueda
elegir a quién creer y no tener que escuchar voces únicas de desánimo y
mentira.
Gracias Ricardo
Y la bandera charrua???????
ResponderEliminar