Acabo de terminar de leer las editoriales de La Nación, en donde dos de sus mayores plumas, Joaquín Morales Solá y Beatriz Sarlo, despuntan análisis sobre la marcha del jueves.
Con estilos distintos y por sobre todo, miradas distintas, tienen un denominador común, el lugar que pus(imos)o el relato kirchnerista a la protesta.
Por supuesto que la clase media también forma parte del entramado social de un país, pero uno no debe poner el acento en ese dato economicista, sino en el plano de las convicciones y los ideales. Acá y en otros sitios similares no se critica a los cultores del consumo por ser de otra clase social, sino por sr de otra clase de gente. Tal vez en vez de decirles "claasemierdera" deberímos decir "clase individualista y poco solidaria", pero es muy largo y quita dramatismo al relato.
La intelectual haciéndose cargo de su historia marxista, habla de la lucha de clases, y propone salir de la lógica 2.0 y empezar a crear consignas que superen las de facebook, mientras que el escriba de los dictadores, bastante más radicalizado ideológicamente, y naturalmente, con un lenguaje más llano, nos lleva a su mundo de ensueños, donde la diktadura se manifiesta en todo su explendor y cuenta anécdotas sacadas, ahora si, de facebook y nos chusea con "El peligro de una grave fractura social".
En su momento pidió un muerto y no le dieron el gusto, a ver si se ponen las pilas con eto que es más sencillo, eh?
Lamentablemente las palabras que responderían perfectamente a las dos editoriales están amarillas y forman parte del post anterior, en donde un Mordisquito mordaz, hace gala de una lectura realista de lo que nos pasa como sociedad, aparentemente desde siempre.
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