Monopolios

Eduardo de la Serna

 

En general sabemos lo que es un monopolio (o sus parientes cercanos, los oligopolios). Uno, o un grupo muy pequeño, es el único que ejerce o ejecuta una capacidad o un ejercicio de poder. Y ciertamente es muy peligroso.

 

Peligroso no quiere decir necesariamente malo. Hay laboratorios que son los únicos en producir determinado tipo de medicamentos, y a veces es razonable porque hay pocos enfermos que los consuman. Pero ¿qué pasaría si el laboratorio decidiera aumentar los precios de forma exorbitante, o dejar de producirlos por motivos X? La sociedad no debería permitir que eso ocurriera, los enfermos, aunque pocos, tienen derecho a la salud. Es para eso que deben existir leyes reguladoras que tengan en cuenta, primero al débil -el enfermo, obviamente- sin ser injustos con el fuerte, el laboratorio.

 

Decir "la violencia es mala" es un simplismo casi infantil -sin discriminar a los infantes-; la violencia es -en todo caso- un "mal necesario". Ante una agresión externa, es justo un ejercicio equilibrado, razonable y mesurado de la violencia de defensa. Para eso existen los ejércitos. Es verdad que también pueden salirse de cauce, y ser ejércitos invasores, o ejercer su fuerza más allá de lo que las circunstancias lo requieran, o hacia adentro de la sociedad. Y entramos en el terreno amplio de la injusticia. De lo ilegal. Lo mismo ocurre con las fuerzas de seguridad. Deben ejercer la fuerza interna para aquellos casos en los que la sociedad está amenazada; pero también esta debe ser equilibrada, mesurada y razonable. Y debe serlo, precisamente porque tienen el monopolio de la fuerza. Toda otra fuerza armada sería ilegal. Pero -y acá radica la clave, según creo- lo fundamental está en la legalidad, esto es en la subordinación de la fuerza violenta a la ley. En cuanto la fuerza violenta traspasa aunque sea un poquito así las fronteras, empieza a abusar de su monopolio. 

 

Son los monopolios quienes más deben ser controlados por la ley a fin de evitar excesos que su concentración de poder y fuerza puede fácilmente desbordarse. Las fuerzas armadas (ejército y de seguridad que en esto son ambas "armadas") deben tener el monopolio de la fuerza y la violencia, pero esta debe ser siempre regulada, controlada, mesurada. Esto no quita ni un poco el justo ejercicio de los derechos del monopolio. Derecho a la vida, a la salud, educación, la libertad y ¡al justo salario! pero quienes tienen la responsabilidad de ejercer el necesario control (desde "adentro" y desde "afuera") deben siempre y en todo momento con absoluta meticulosidad evitar el siempre posible desborde de quien ejerce la violencia. Ciertamente es obvio que quienes ejercen el poder estarán tentados más de una vez de traspasar el límite a fin de agrandar sus beneficios y sus justos derechos, pero es la ley la que debe con toda claridad y firmeza defender los límites de la legalidad, valga la redundancia.

 

Claro que, además, es siempre tentador que a los justos reclamos se sume, por un lado la siempre tendenciosa posibilidad de traspasar el límite, y muchas veces a ser alentada desde fuera por otros monopolios que también quieren correr sus límites o no someterse a la ley. Cuando monopolios de laboratorios alentaron a quienes tienen el monopolio de la fuerza a derrocar a Arturo Illia, se conjugaron dos monopolios en una actitud golpista. Y corrieron los límites. Y lo pagamos todos los argentinos. Y no debemos olvidar la complicidad de aquellos medios que se burlaban de la figura presidencial con metáforas animales, alentando el desaliento de la población que -como otras veces- no opuso resistencia a los monopolios. Y empezó una nueva fiesta de los monopolios, un nuevo tiempo de duelo para el país, en especial para los pobres y -entonces sí- las cacerolas estaban vacías.